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Por qué Burriana es la capital de la naranja?

David Miró

La capital de la Plana Baixa es uno de los núcleos iniciales del cultivo en el País Valenciano

En primer lugar está la geografía. Burriana ya estaba surcada de cientos de acequias de origen árabe antes de la llegada de los cristianos. Jaume I, viendo la fertilidad de aquellas tierras, otorgó a los nuevos repobladores el privilegio de poder regar con agua del río Mijares. Por eso, cuando a finales del siglo XVIII se comenzaron a plantar mandarinos de la China, uno de los primeros núcleos fue el triángulo formado por Vila-real, Almassora y Burriana. El pionero fue José Polo de Bernabé, que se hizo construir en Burriana, junto a aquellas primeras fincas de mediados del XIX, un palacio renacentista con piezas traídas de toda Europa. El edificio, aún hoy impresionante, es conocido como El Palasiet.

Aquello fue el origen de toda una aventura. Con la llegada del siglo XX, las plantaciones se multiplicaron y enseguida hubo comerciantes vendiendo las naranjas y mandarinas de Burriana por todas las capitales europeas. Poco a poco se fueron abandonando los antiguos cultivos (hortalizas, olivo, vid) para pasar a ser un monocultivo de mandarina (sobre todo de la variedad clementina) y naranja. Las calles principales de Burriana se llenaron de casas modernistas ocupadas por los propietarios y comerciantes. El caso es que cuando llegó la industrialización, e incluso el turismo, Burriana quedó al margen para que su personalidad estaba ya totalmente ligada a la naranja y sus formas de vida. Por eso hoy es todavía la capital de este cultivo, una ciudad en medio de un mar de naranjos orgullosa de su pasado y confiada en su futuro.